Mis cabellos eran un caos y mi barbero de confianza no tenía cita. Opté por uno nuevo, con buenas reseñas cerca de la oficina. "Bien", pensé al conseguir hueco al instante. Parecía profesional. Se puso a cortar y a impartirme una masterclass no solicitada sobre la "verdadera" barbería y los "oportunistas" modernos con locales bonitos pero sin talento. "Pocos barberos buenos en Barcelona", sentenció, él entre ellos, claro.
Su ego era tan desorbitado como la tarifa, casi el doble de lo habitual. El corte, correcto sin más, no justificaba el precio ni su arrogancia. Escuchándole criticar a diestro y siniestro, pensé en el paralelismo con nuestro sector inmobiliario. ¿Reconocemos ese mismo ego inflado en nosotros? ¿En qué basamos esa supuesta superioridad? A menudo, nuestros argumentos de valor son tan huecos como el discurso de mi barbero.
En el Bonus Track de esta semana, te propongo reflexionar sobre cómo nuestro ego profesional puede restarnos valor, al igual que le ocurrió a él, que prefirió pontificar en lugar de escuchar. Dejemos que nuestros clientes, con su criterio, decidan si somos o no los “putos amos”.
Bonus Track: Ctrl + E (Controla tu Ego)
¿Te resultó familiar la actitud del barbero? A veces, el ego nos lleva a centrarnos demasiado en nosotros mismos, restando valor a la conexión con los clientes.
Detecta si tu ego te está jugando una mala pasada, prestando atención a estas señales:
Monólogos egocéntricos: Tiendes a hablar más de tus logros que a escuchar las necesidades de los demás.
Crítica constante a la competencia: Sientes la necesidad de señalar los fallos de otros para destacar.
Dificultad para aceptar otras opiniones: Te cuesta reconocer que no siempre tienes la razón.
Para contrarrestar estas conductas y aportar valor real, prueba estas ideas:
Escucha activa y empática: Prioriza entender a tus clientes sobre promocionarte.
Transparencia y humildad: Sé honesto y reconoce que siempre se puede aprender.
Resultados tangibles: Deja que tu buen trabajo hable por ti, generando satisfacción y recomendaciones.
En definitiva, al igual que una mala experiencia en la peluquería nos deja una sensación de “tomadura de pelo”, un ego desmedido en nuestra profesión puede generar desconfianza y alejar a nuestros clientes. Centrémonos en escuchar, en comprender y en ofrecer resultados que hablen por sí solos. La verdadera maestría se demuestra en el valor que aportamos, no en lo alto que gritemos nuestras propias virtudes.
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